Todo bien con postear videos de la red o de otros foros. Pero yo estoy mas por la produccion de contenidos propios, la experiencia personal, el camino transitado, que el facil poner el culo en la silla y yutubear ajenos.
Saludos.
El fin de semana fui de visita a Tandil. Al regreso, quise cruzar la pampa por el puente “El 80”. Mucho calor, polvareda tremenda por un colchon de tierra de 25 centímetros. Desde Udaquiola son unos 50 kilómetros para llegar, absolutamente solitarios.
Me bajé a inspeccionar. Cuando puse un pie en el suelo, sentí como un chispazo en el ambiente, y un penetrante olor dulzón. Estaba lleno de cardos gigantescos, florecidos, a punto de explotar. Me pareció notar que ondulaban muy levemente, aunque no había viento ninguno. Mi imaginación, dije, tantos kilómetros me están afectando el equilibrio…
Bajé a la vera del canal. De ancho, estimé unos 20 metros. Profundidad? No mucha, no mas de 6 o 7 metros. El agua, marrón y espesa
Cuando vi en el visor la foto que había tomado, fui conciente de la tormenta que en un segundo se había formado sobre mi. Y el viento huracanado que se levantó instantáneamente me hizo tiritar. Tenía que cruzar el puente, para el asfalto me quedaban 45 kilometros de colchon de tierra, y con unas gotas de agua se transformaría en un lodazal imposible. Pero estaba fascinado por los rayos y los truenos.
Cuando subí al puente, quedé horrorizado. Estaba demolido. El hierro: óxido. La madera: polvillo. Y empedrado por antiguos granitos grises. Pero no tenía remedio. Atrás, venía la ¿tormenta? mas impresionante que jamas ví. Sólo hacia adelante había un tenue cielo plomizo.
Estaba solo. Si una rueda caía en un pozo, o peor aún, si cedía el puente, estaba listo.
Abrí las ventanas por si me desplomaba y tenía que salir nadando. Puse el celular (sin señal) en una bolsita de nylon en mi bolsillo. Me saqué las zapatillas y quedé solo en cortos. Avancé despacio…
Cuando pasé… pude mirar atrás, y ver que por algún motivo había sido elegido para ser testigo de una ceremonia pagana, para estar presente en un rito primitivo, en la manifestación de algo más que la naturaleza cartesiana: había olor a ozono y azufre en el aire… el puente era una puerta que cruzan solo los marcados, los que tienen el tatuaje místico en el pecho, la K de Korando!
Cuando llegó el Ojo del Huracán, temblaba como una papél. Ya nada dependía de mi, era simplemente una hoja en el viento, un átomo en un bevatrón, una migaja atrapada en una cuerda cósmica.
Y pude ver, paralizado, como desde El Ojo se establecía el contacto con la Korando, como saltaban chispas negras de arriba abajo y verdes de abajo arriba, hasta explotar en miles de rayos simultáneos.
En ese instante, con la transpiracion helada corriéndome por la espalda, pude arrancar bajo una lluvia feroz, gotas enormes arrojadas por el huracán golpeaban como piedras sobre la chapa.
No me pregunten cómo. No lo se. Pero a fondo, de costado, ciego, llegué a mi casa. No se que pasó en esas cuatro horas posteriores, ni como fue que terminé a las 6 de la mañana en una fiesta de transexuales, hermafroditas, penes ínfimos y clítoris superdesarrollados, y encima con la cana haciéndome el control de alcoholemia (O,43).
Pero desde este día, no soy mas el mismo.