Obvio que las ruedas de madera al muy poco tiempo se rompieron y volvió el ronrroneo de siempre. Pero el gesto del carpintero fue muy bueno, otro nos hubiera pedido quizás de mal modo, que nos cambiáramos de cuadra. Aparte que el carrito que nos hiza era una lujo, impecablemente lijado, etc.
También había 1 (uno) en el barrio que tenía una autito de lata a pedal, otro una bici, ergo se tiraba del autito con la bici y el resto lo empujaba, luego descansábamos buscando arañas con un palito de escoba y luego el
futbol. No había mucho mas para divertirse y éramos tremendamente felices.